La ley física de la palanca nos permite, aplicando una
pequeña fuerza, levantar o mover pesos sensiblemente superiores en peso.
En la intervención en los Mercados Financieros la ley del
apalancamiento nos permite con una cantidad de dinero C, invertir en un activo
como si tuviéramos una cantidad n veces superior, es decir, n·C.
Los ahora tristemente populares CFDs, y digo tristemente
porque la práctica totalidad de los intervinientes son perdedores, permiten a
sus usuarios un apalancamiento casi ilimitado por lo que, consecuentemente, su
riesgo se hace también ilimitado y de ahí que todo el mundo pierda utilizando CFDs.
¿En qué cosiste la ley del apalancamiento financiero? Pues
se entiende perfecto con un ejemplo. Supongamos que dispones de 10,000€ para
invertir en un activo, por ejemplo el Futuro de IBEX. ¿Qué dirías si con estos
10,000€ te permitiesen adquirir activos cuyo valor fuese 100,000 €?, es decir,
10 veces más. Pues diríamos que estarías apalancado en el IBEX 10 veces.
Si estuvieses convencido de tener una estrategia ganadora en
un 60% de los casos con un ratio gain/loss de 3, es decir que cuando ganas lo
haces en una media del triple de beneficio que cuando pierdes, estarías ansioso por
sumergirte en el mercado y ganar activamente en estas proporciones. Pues bien, si
lo hicieses y todas tus expectativas se cumpliesen, tu beneficio estimado habría que
multiplicarlo por 10, dado que juegas apalancado en esta proporción. Tristemente,
lo que no se suele tener en cuenta es que los riesgos se multiplican también
por 10.
Los futuros y los derivados en general son instrumentos de
cobertura, para proteger carteras en lugar de desprenderse de ellas, de ahí que
sean unos contratos de coste "barato"
en relación a su nominal. No son instrumentos especulativos, por ello el 99%
de los especuladores pierden al utilizarlos. No obstante, con un sistema de
inversión efectivo y bien entrenado y siguiendo todas las normas que exige un buen sistema de Money
Managment y un apropiado control de riesgo, teóricamente debería funcionar.
A lo largo de la pasada larga década, la década de la burbuja
inmobiliaria en España, fue una práctica frecuente apalabrar pisos mediante un contrato en el que se entregaba una "parte y señal" y se pactaba el precio definitivo. Los usuarios de esta práctica estaban, sin
saberlo, realizando una operación de apalancamiento. Todavía está vigente en la actualidad. Consistía en que el supuesto comprador (que en realidad era un especulador que no tenía la más mínima intención de comprar)entregaba una cantidad
pequeña, por ejemplo 10,000€ como parte y señal por la compra de un piso cuyo valor era
de, pongamos, 200,000€. En el momento de la entrega del inmueble, en el acto de escritura notarial, habría que pagar los
190,000€ restantes. Esta operación se venía
realizando sobre plano, incluso cuando solo existía el proyecto y a veces, ni
eso.
En el momento más álgido de la burbuja, el constructor vendía
la mayor parte de los pisos rápidamente mediante estos contratos y,
paralelamente, los pisos empezaban a subir, lo que valía 200,000€ pasaba a
220,000€, decisión que tomaba el empresario constructor cenando con unos amigos al ser informado de como estaba subiendo el mercado en el pueblo vecino. Esta subida implicaba que el especulador que había entregado 10,000€ podía ahora vender a un
nuevo interesado su contrato de señal por 30,000€, pues esta cantidad y los 190,000€
restantes apalabrados sumaban la cantidad total del precio actual. Un pingüe
negocio en el que los 10,000€ se multiplicaban por 3 (un 200% de beneficio) en muy
poco tiempo gracias al apalancamiento financiero. Así miles de "avispados" aprendices de empresarios, con un bagaje
de conocimientos económicos y financieros más cercano a cero que a uno, en una escala de
diez, se convirtieron en unos años en solventes empresarios de éxito. Hubiesen
triunfado si hubiesen abandonado antes del estallido de la burbuja y no
hubiesen proseguido con aquel absurdo ritmo especulativo de aquella perversa y codiciosa forma de obtener ingresos. La realidad
es que la mayoría de ellos, al final, quedaron atrapados en varios contratos de "parte y
señal" por la compra de varios inmuebles que luego no pudieron pagar y
tuvieron que perder estas señales en favor del constructor. Lo triste es que aquellas ganancias tampoco sirvieron a los
constructores a evitar su quiebra.
Así
que, bienvenido sea el apalancamiento como cobertura y mucho cuidado, infinito
cuidado, si vas a operar en mercados financieros porque tienes todos los
boletos a la ruina.
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